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13 de noviembre de 2018

Evaluación de pares

por Ingrid Terreros Romero (Gigi) 

Sara ha sido un gran soporte en mi proceso de formación y es una persona ejemplar de la que aprendo cada día. Me es imposible hacer esta evaluación de pares sin hablar de la performatividad que ha tenido ella en relación con mi proceso; su disposición al aprendizaje desde la sensibilidad y la crítica crean en ella una postura social y política que performa en quienes la rodeamos. Juntas hemos compartido nuestro proceso de formación como artistas escénicas desde el primer semestre del 2016 en diferentes espacios como lo son: Técnica Básica Somática de Acroyoga y Taiji Quan; Creadores Gestores y Espacios de Circulación; Puesta en Escena de Cuerpo y Nuevos Medios y el Laboratorio de Trabajo Social.  

Recuerdo con mucha gratitud la compañía que me brindó en la Técnica Básica de Acroyoga y Taiji Quan. Estar en una práctica de acroyoga al inicio implicaba un gran riesgo para mí. Por esto el rol del cuidador me era fundamental y en Sara lo encontré. Esto es de admirar ya que dentro de la asignatura muchas veces este rol era descuidado al verse como innecesario. Observar a Sara dispuesta y siempre atenta dentro de clase me permitió sentir en ella una gran confianza para arriesgarme a confiar en mí misma; así como el escuchar sus reflexiones dentro de la clase, sus aportes críticos me permitían reflexionar frente al proceso somático más que a la forma técnica en sí. En esta asignatura reconocí la habilidad que ella tiene para pensarse dentro de una práctica y un contexto grupal desde una consciencia de respeto, lo cual le permite ser responsable, disciplinada y comprometida consigo misma. 

Luego volví a encontrarme con ella en la asignatura de Creadores, Gestores y Espacios de circulación y nos conectamos a partir de un interés común por pensar el arte como un lugar para construir una transformación social. Esta clase me permitió ver un gran complemento entre las dos: por un lado, su análisis crítico frente a cómo llevar el proyecto final detonó muchas variantes que nutrieron el proceso y generaron un aprendizaje amplio frente a lo que estábamos planteando. Por otro lado, mis ansias por llevar a cabo el proyecto fueron una invitación para que ella probara y tomara el riesgo de fallar en la práctica y no solo buscar la precisión antes de ponerlo a prueba. Entender que tomar riesgos y fallar son posibilidades de crecimiento personal eran cualidades que podía seguir mejorando. Esta experiencia les abrió la puerta. 

Y es que precisamente esa transformación personal de no solo ser comprometida consigo misma sino de retarse a ampliar sus posibilidades a través del arte escénico hizo que su apuesta como artista se hiciera más contundente. Fue claro ver este quiebre durante nuestro último semestre en la asignatura de Puesta en Escena de Cuerpo y Nuevos Medios y el Laboratorio de Trabajo Social donde la búsqueda por el activismo social a través de los nuevos medios y el trabajo con una comunidad trans la llevaron a retarse con sus propios miedos y a ampliarse a ella misma. El juego con elementos cotidianos como la ropa y el vestirse de manera no habitual mientras conocía esta comunidad le mostraron valor en una forma de feminidad a la que tanto le había temido y la llevaron a encontrar el performance en ella misma. 

Admiro profundamente la capacidad que ha desarrollado Sara para concebirse como un performance donde el aprendizaje de ella misma y el ampliar sus límites son la oportunidad de resistencia política frente a discursos hegemónicos que favorecen la exclusión y crean  barreras que coartan la libertad. El compromiso que tiene con ella misma y el utilizar cada contexto a donde llega como una oportunidad para poner en diálogo su interés personal hace admirable su trabajo y permite que quienes compartimos con ella sintamos la repercusión de esa construcción personal que ha consolidado.  

Para mí lo que de ahora en adelante puede seguir trabajando para crecer como artista es, primero, insistir con esa búsqueda en ella misma como la fuente principal del activismo social, segundo, continuar buscando otras herramientas poéticas y escénicas para su persistencia inclusiva. Es admirable poder contar con Sara como una compañera de trabajo y como amiga, gracias a ella he podido llenarme de vitalidad para no excusar en mis situaciones diarias la violencia ni las pequeñas acciones que generan atropello al otro. Más bien, me enseña a acompañar, a ser cuidadora de mí misma y de quienes comparten conmigo. 

13 de noviembre de 2018

Evaluación de pares

por Juliana Ruiz Torres

Conocí a Sara cuando era estudiante de filosofía y juntas, como estudiantes de doble programa, tomábamos clases electivas de la aún no existente Carrera de Artes Escénicas. La Sara Valdés Morales que conocí se veía a ella misma como bailarina, y era sin duda la persona que más tiempo llevaba en el ámbito de la danza cuando tomamos la técnica básica de danza contemporánea en el primer semestre del 2014. Durante esta primera asignatura que compartimos, pude percibir que Sara poseía una gran habilidad para la danza. Sara, además de tener magnificas condiciones corporales que la destacaban del grupo, sobresalía por el compromiso y dedicación con la que se disponía a tomar la clase pese a que en ese entonces se encontraba en condiciones delicadas de salud. Sara tuvo un periodo de crisis durante ese semestre, una crisis que le hizo replantearse sus prioridades y sus prácticas al mirarse desde una perspectiva crítica reconstruyendo su identidad y, por ende, sus percepciones del ser artista.

 

La educación somática fue una ficha fundamental en este proceso y fue la línea de estudio que Sara escogió al inscribir asignaturas del ciclo profesional. Juntas vimos cinco materias del área de somática: Principios de somática II; Técnica básica de Acroyoga y Taiji Quan; Laboratorio de Técnica Alexander; Laboratorio de anatomía experiencial; y Laboratorio de trabajo social. Durante estas clases he podido conocer una persona metodológica que aprecia los detalles e intenta que lo aprendido en los contextos artísticos tenga trascendencia en contextos de la vida cotidiana. En el laboratorio de Técnica Alexander, Sara desarrolló una investigación de reorganización corporal donde se observó a ella misma en las horas de estudio teórico e identificó una perdida de conciencia corporal llevándola a adoptar posturas y tensiones innecesarias. En este proyecto tomó herramientas vistas en la carrera de artes escénicas y las aplicó en diferentes estrategias para no desconectarse del cuerpo. Sara desarrolló pequeños y simples ejercicios que la hicieron comprometer todo su cuerpo mientras se sumergía en las lecturas académicas. Estos ejercicios los pudo compartir con gente externa al contexto del arte, observando y reafirmando que todo lo que hacemos en la carrera de artes escénicas puede trascender a un nivel práctico en la vida.

 

Con las investigaciones realizadas en los laboratorios de somática he podido ver que Sara tiene un fuerte interés hacia el reconocimiento de hábitos tanto de movimiento como de pensamiento; un interés que la han llevado a convertirse en una persona que entiende las singularidades de los procesos y les da tiempo. Por este último factor Sara es, en cada clase que toma, una pieza clave para sus compañeros quienes la vemos como un ejemplo de empatía, paciencia y disciplina. Cuando juntas tomamos la técnica básica de Acroyoga y Taiji Quan, en el primer semestre de 2016, fui partícipe del descubrimiento de una práctica que hoy la apasiona. Sara descubrió un entrenamiento, que más allá de engancharla por la dificultad y virtuosismo que propone, la atrapó por ser una práctica que requiere del otro para realizarse y puede ser enfocada para el desarrollo humano.  El Acroyoga tiene tres roles (Volador, base y cuidaor) y desde la dinámica de relación de los tres roles se aprende a trabajar con los otros desde la acción y el cuerpo. En esta asignatura Sara se destacó por el detalle y la consistencia en cada uno de los roles que hacía. Puedo decir que esta práctica fue una semilla para volverse a pensar como ejecutante.

 

Al alejarse de la danza, Sara se alejó de la idea de ser ejecutante. Sin embargo, al entrar al ensamble de Clown Sara encontró un lenguaje que le permitía jugar con la acción y la ironía exponiendo sobre el escenario críticas sociales. Aunque no estuve en el ensamble, fui participe del proceso de Sara y evidencié el desarrollo de un personaje que expone y cuestiona sus hábitos de comportamiento mostrando una habilidad para manejar los rangos de tensión corporal. Sara se volvió a encontrar como ejecutante y ha logrado sanar heridas viejas de prácticas pasadas, incorporado nuevas herramientas para hacer evidente realidades o situaciones que merecen ser habladas donde los participantes se sientan identificados. Uno de los retos que tiene Sara para el futuro, si así lo desea, es seguir desarrollando su personaje clown para continuar denunciando hábitos y comportamientos sociales, para que los participantes los vean visibilizados, los reconozcan y logremos establecer conversaciones al respecto.

 

Después de cinco años de habernos conocido y compartir nueve asignaturas dentro del programa de artes escénicas, veo una transformación evidente. Sara encontró el performance como un método de resistencia. Las artes se han convertido en evidencia de sus cuestionamientos filosóficos de género y la han empoderado para visibilizar desde diversas perspectivas las problemáticas que la apasionan. Lo más bonito de este camino que hemos compartido es volver a ver a Sara considerarse a ella misma como ejecutante. La somática la ha hecho reconocerse, reflexionar y cuestionarse sobre casillas que ella misma se había impuesto. La educación somática ha sido el factor de cambio que le amplió a Sara la concepción de arte y le hace ahora reconocer que el arte es parte fundamental del desarrollo humano ya sea para el reconocimiento, para generar conciencia o para hacer denuncias sociales.

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