13 de noviembre de 2018
Sobre mi proceso como estudiante en la carrera de Artes Escénicas
Llegué a la Carrera de Artes Escénicas cuando cursaba mi segundo semestre de la Carrera de Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana. Mi intención era adquirir una buena técnica dancística. En el 2011 cursé la asignatura Principios de la Danza 1 y pude reconocer que no solo me apasionaba la danza, sino que además contaba con muy buenas condiciones físicas para formarme como bailarina. Cuando cursaba mi tercer semestre de la Carrera de Filosofía comencé a tomar otras asignaturas del área de Danza: Ensamble de Danza Contemporánea; Técnica Básica de Danza Contemporánea; Ensamble de Danza Tradicional y Técnica Básica de Ballet. Durante estos cuatro procesos fue evidente, tanto para las maestras como para mí, que la disciplina y dedicación con las que asumí el aprendizaje potenciaron mis condiciones y me llevaron a alcanzar el nivel intermedio de estas técnicas al cabo de un año y medio. Sin embargo, estuve tan enfocada en mejorar eficazmente mi técnica dancística que no me detuve a observar los medios por los cuales realizaba mi práctica: dos años más tarde obtuve una ruptura total del cartílago que recubre la cabeza de mi fémur izquierdo (labrum acetabular izquierdo). Esta lesión me llevó a replantear todo mi proceso y a tomar la decisión de distanciarme de la danza para estudiar el uso que estaba haciendo de mi sistema en mi cotidianidad. Fue entonces cuando tomé la decisión de realizar mi énfasis en el área de Somática.
Las técnicas básicas y los laboratorios del área de Somática me permitieron ampliar mi sensibilidad, mi rango de movimiento y, sobre todo, me ayudaron a comenzar a recuperar la confianza en mi propio sistema. En el 2016, el laboratorio de Técnica Alexander me permitió reconocer en mí una serie de patrones que generaban una interferencia en la disposición natural de mi organización y me proporcionó las herramientas para ampliar mi sensibilidad durante mi práctica de lectura y escritura. A partir de esta investigación diseñé una serie de estrategias para verificar mi disposición corporal y optimizarla durante mi práctica de estudio. Más adelante, el laboratorio de Anatomía Experiencial me brindó la posibilidad de reconocer un hábito de esfuerzo excesivo en mis prácticas e iniciar un proceso de reeducación de mis hábitos hacia un mejor uso de mí misma. Con todo, comencé a experimentar dificultades para integrar mi proceso del área de Somática con el de las áreas de Danza y Actuación. Con el tiempo fui encontrando que estas dificultades nacieron de una inseguridad fundamental con respecto a mis propias capacidades.
El Ensamble de Clown, en el 2017, fue el primer proceso en el que pude reconocer esta dificultad y comenzar a trabajar en ella. Al inicio me sentí muy insegura porque el Clown era una técnica nueva para mí y me costaba abordarla desde una perspectiva somática. Creía que debía ser alguien más para tener algo de gracia y me fue difícil abrirme a la posibilidad de habitar el ridículo. Cuando comprendí que mi materia prima se encontraba en mi comportamiento encontré a Lila: una payasa tierna y perversa a la vez que se enorgullece de todo lo que a mí me avergüenza. Finalmente, pude reconocer que las habilidades de auto observación que me ayudaron a encontrar la cualidad de movimiento, el gesto y el carácter de Lila eran fruto de mi trabajo somático. El Clown se convirtió entonces en un espacio de exploración donde el reconocimiento de mis hábitos se transformó en un trabajo cómico.
Otro aspecto que he desarrollado en mi proceso ha sido el trabajo colaborativo. Todavía me cuesta ceder en mi metodología de trabajo para darle un lugar a las diferentes visiones en un proyecto común. Ante esta dificultad, la Técnica Básica de Acroyoga me ha enseñado a confiar y a compartir la responsabilidad con mi equipo. Cabe resaltar que tuve la oportunidad de cursar esta asignatura durante tres semestres y pronto cumpliré tres años de haberme iniciado en esta práctica. Al inicio me costó mucho trabajo entregarle mi peso y mi seguridad a mi grupo; sentía que no tenía las habilidades físicas ni psicológicas para realizar esta práctica. Con el tiempo y gracias a mis compañeros, compañeras, profesora y profesor pude aventurarme a creer que sí podía realizar lo que creía imposible.
El Acroyoga me ha permitido interactuar con otras personas de una manera sana, segura y respetuosa a través de tres roles distintos y complementarios: voladora, base y cuidadora. Siendo voladora he aprendido a confiar para entregarle mi peso y mi seguridad a mi equipo. Como base he aprendido a soltar mis prejuicios e inseguridades en torno a la acción de sostener a una persona y he logrado recibir su peso con la responsabilidad y el cuidado que ello demanda. Ejerciendo el rol de cuidadora he aprendido el valor de generar confianza con mi presencia sin abandonar mis límites, priorizando la integridad de cada miembro del equipo. De este modo, el trabajo riguroso y constante que he llevado con esta técnica me ha permitido desarrollar una mayor confianza tanto en mi equipo de vuelo como en mis habilidades técnicas y sociales. A raíz de estas experiencias he fomentado tres aprendizajes en otros contextos de trabajo colaborativo: (1) compartir la responsabilidad; (2) creer en el trabajo de mi equipo; (3) reconocer cómo puedo aportar en la experiencia de aprendizaje de otras personas.
Las asignaturas de puesta en escena fueron fundamentales para vincular el trabajo crítico e investigativo que desarrollé en la Carrera de Filosofía con mi trabajo artístico. Para la Puesta en Escena de Historia del Teatro realicé un análisis teatral del diálogo platónico Gorgias. En la Puesta en Escena de Historia de la Danza Siglos XIX y XX indagué en torno al movimiento artístico Queer a partir de 1960. Con el propósito de abordar artísticamente mi investigación filosófica en torno a la diversidad sexual y de género, comencé a bailar con una comunidad estudiantil que celebra su identidad de género y su sexualidad a través de la práctica dancística del Vogue. Fue a raíz de estos encuentros que transformé mi investigación sobre el hacktivismo en la asignatura de Puesta en Escena de Cuerpo y Nuevos Medios.
Estos encuentros de voguing me recordaron que la danza ha estado presente en todo mi proceso de formación y que constituye una parte fundamental de mi identidad como artista. Con la danza he podido abrir un espacio de denuncia a la violencia que ejercen los mecanismos sociales heteronormativos. Asimismo, la danza me ha permitido tomarme la palabra para hablar del yugo de la feminidad y de la exclusión de la intersexualidad. Esta reafirmación me ha abierto un nuevo campo de investigación en el que estoy explorando la posibilidad de reconciliarme con mis capacidades, mis limitaciones y las cicatrices emocionales que han marcado los contornos de mi cuerpo. En este punto, mi trabajo artístico está orientado hacia un examen de los prejuicios y las exclusiones que articularon en mí un rechazo sistemático de diversas formas de feminidad. Hoy me encuentro investigando las formas en que la danza me permite desafiar esos límites que yo misma me he impuesto con el fin de crear una metáfora de existencia que no se configure a partir de exclusiones, sino de posibilidades.
La Educación Somática me ha llevado a abandonar mi interés inicial por adquirir una técnica que me condujera al virtuosismo escénico, replanteando mis hábitos más arraigados y mis creencias más profundas. El Clown me permite jugar con la exageración de todo lo que me avergüenza y explorar formas de vida que transgreden los límites de mi identidad. Una práctica grupal como el Acroyoga me invita día a día a asumir el reto de observar mi comportamiento y transformar mi manera de interactuar con las personas. Y la danza, ese lugar con el que tuve tantos desencuentros, se ha convertido en una oportunidad para reinventarme, indagar en mis contradicciones y sanar la violencia interna y externa que ha marcado mi cuerpo.